Columna de Elmer Cuba en Gestión
Han pasado ya seis meses de un segundo gobierno de Alan García. El contexto es otro, muy distinto del que había hace 20 años. Ha caído el muro de Berlín. Los países que más crecen son aquellos con reformas pro mercado y con estados eficientes. Por otro lado, en el Perú, el sector privado es mucho más grande y fuerte que hace 2 décadas, la actividad empresarial del estado es mucho menor y, en general, la economía es mucho más libre que en los 80s. Asimismo, ya no tenemos un terrorismo descontrolado aunque si un grave peligro con el narcotráfico, que no se está combatiendo como se debiera.
En la región latinoamericana algunos países siguen aún políticas populistas que no generarán bienestar a su población en la próxima década. Otros países, por el contrario, presentan mejores políticas económicas y perspectivas de mejoras en los niveles de vida de sus ciudadanos. De un lado, están Venezuela, Bolivia, Ecuador y Argentina, con pronósticos reservados en el mediano plazo. De otro lado, están México, Brasil, Chile y Perú, con pronósticos de mayor dinamismo en el próximo lustro.
En el segundo gobierno de García, la política macroeconómica ha sido entregada a dos economistas profesionales y competentes. Puntos a favor. Sin embargo, es en el terreno de las políticas sociales de alivio a la pobreza en el que el cambio de gobierno se puede hacer notar. A juzgar por los relativamente pocos estudios que existen, los resultados de los programas sociales son bastante modestos.
Hemos aprendido los horrores de la inestabilidad macroeconómica. Ahora estamos aprendiendo sobre las malas políticas sociales.
Dentro de las buenas medidas tomadas en estos primeros seis meses, destacan el énfasis en el dinamismo de la inversión pública de calidad (respetando el SNIP) y la reducción de aranceles. Sin embargo, el anunciado paquete tributario es –hasta ahora- de corto alcance. Aunque en el acuerdo con el FMI se tienen metas más ambiciosas.
Por el lado sectorial, se ha “renegociado” con empresas de gas natural, mineras y la dominante en telecomunicaciones. Se han obtenido ventajas para los pueblos aledaños a las operaciones mineras y gasíferas y –hasta ahora- para los usuarios de las telecomunicaciones.
Lo positivo es que además no se ha detenido el impulso privado en esos sectores. La inversión seguirá boyante en estos mercados. ¿Con Humala se hubiese detenido? ¿Flores hubiese renegociado? Los resultados han sido positivos para el gobierno por los réditos políticos, para la población y para tales empresas, que tienen la oportunidad de legitimarse en la sociedad peruana.
Mención aparte merece el enfrentamiento con el SUTEP. Los exámenes a los maestros, la reducción a las excesivas licencias a sus dirigentes, el trato a la derrama son ejemplos de la autoridad estatal bien manejada. Sin embargo, ese es sólo el primer paso. Se desconocen los demás pasos. ¿Existen?.
Lamentablemente, la debilidad del estado se ha visto reflejada en la incapacidad de manejar proyectos de inversión pública masiva y dinámicamente. Nos referimos a la inversión pública en proyectos de infraestructura y vinculados a la generación de ingresos de los sectores populares y no a la tendencia a empezar grandes proyectos “productivos”, tipo Electroperú, Petroperú y otros. Ello refleja que los músculos de la inversión pública han estado dormidos durante el anterior gobierno.
Es justamente un tema vinculado al Estado el que puede resultar el Talón de Aquiles del actual régimen: la reducción de sueldos a personas altamente calificadas. Y los co-responsables serán todos los ministros que avalaron tal despropósito con sus colegas del sector público.
Si realmente se busca una reforma del Estado, no se comienza con buen pie reduciendo la contraprestación a los que justamente sostienen al Estado. Los remedios no son elegir unos cuantos puestos “intocables”, pues ello dinamitaría toda la pirámide salarial y los mecanismos de sucesión laboral. Cualquier experto en recursos humanos estaría en contra de semejantes medidas.
Este fue realmente un error de política económica, el gran error de estos 180 días. Ojalá los altos funcionarios del Estado (no del gobierno) estén todavía en sus puestos cuando se revierta esta absurda medida.
Otra cosa hubiese sido si se reducía el salario presidencial de 42 mil soles a 21 mil. ¡Me reduzco el sueldo a la mitad!. Se tendrían los mismos beneficios políticos de corto plazo sin los costos económicos de largo plazo en la eficiencia del aparato estatal.
En definitiva, siendo objetivos y al margen de estilos personales, éste es hasta ahora un buen gobierno en lo económico. Pero puede ser mejor y hasta llegar a ser muy bueno. Sin embargo, los cantos de sirena y los acólitos partidarios serán una amenaza permanente para buenas políticas en los próximos cuatro años y medio.
En resumen, los primeros 180 días resultan aprobatorios. La economía seguirá boyante durante 2007 y la pobreza seguirá reduciéndose, ahora que hemos pasado a una meseta de crecimiento de 7% en el periodo 2005-2007.
martes, 13 de febrero de 2007
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