Columna de Guillermo Díaz en Gestión
En la actualidad la concepción de la Reforma del Estado es impulsada “desde arriba” , es decir dentro de un proceso que comanda el Poder Ejecutivo y donde, por ejemplo, existe un consenso casi unánime sobre el importante rol que juega el gasto público, no solo en términos de su calidad y eficiencia, sino también en relación a su misma ejecución. Y cuando nos referimos al gasto estamos pensando más que en el gasto corriente en el de capital y el social, justamente dos de las partidas, sobretodo la primera, que han sido variables de ajuste cuando los gobiernos, aumentando el gasto corriente, han hecho “esfuerzos” por cumplir las metas fiscales. Si bien lo anterior puede ser historia, el presente no deja de preocupar, por las contradicciones que se observan, cuando existiendo ingentes recursos fiscales, uno aprecia una parálisis en las instituciones del gobierno respecto a autorizaciones de gasto, a raíz de la “famosa” licitación de los patrulleros; y, adicionalmente, cuando las autoridades de una región como Ancash, que cuenta con un presupuesto “envidiable” producto de los sobresalientes resultados de la actividad minera, han impulsado un paro que trae como consecuencia altos costos económicos para la propia región.
Los hechos anteriores se dan en el actual contexto económico que tiene como principales fuerzas motoras, que: (i) las perspectivas de crecimiento para el presente año bordean e incluso, en algunos casos, superan el 7%, como consecuencia de un mayor aporte de la demanda interna que de la externa, es decir se observa una renovada confianza de los inversionistas y consumidores; (ii) los bancos de inversión coinciden en que el Perú es el país con la mayor probabilidad, en la región, en recibir, en los próximos meses, una calificación de grado de inversión; y (iii) la cartera de proyectos de inversión en minería, hidrocarburos y electricidad superan los US$15 mil millones en los próximos 5 años; entre otros.
¿Acaso las autoridades del gobierno, en su mas amplio sentido, central, regional y municipal, no son conscientes de que hoy mas que nunca urge reducir la pobreza, mejorando el gasto social y de infraestructura publica? ¿Qué registrar un superávit fiscal por segundo año consecutivo (tal como se vislumbra) más que ser una buena señal (en este contexto de altos ingresos públicos coincidente con un elevado índice de pobreza) puede ser reflejo de la incapacidad de gastar?. Lo que se requiere hoy en día es que el ciudadano de a pie recupere la confianza en la institución llamada “Gobierno”, que se sienta respaldado y respetado por éste. Como varias veces lo he mencionado a través de esta columna, la confianza del ciudadano en sus instituciones es un determinante clave en la senda de crecimiento futura de un país.
En esta línea, urge que la agenda del gobierno se concrete de manera integral y con plazos establecidos de manera que el ciudadano pueda evaluar su avance, con objetivos de mediano y largo plazo. En el corto plazo se vienen haciendo importantes esfuerzos en educación y los programas sociales, pero, ¿Qué viene mas adelante?. ¿Se está monitoreando la gestión de los gobiernos regionales? ¿y de los municipales?. Ante este panorama, ¿no sería mejor como propone Boza (2006) que se impulse una reforma desde una perspectiva “micro”?. Esta perspectiva lo que hace es rescatar aquellas buenas prácticas al interior del gobierno, para replicarlas a un mayor nivel y que de esta forma empezar a sentar las bases para que la Reforma del Estado se centre la gente y se oriente al ciudadano. Porque si bien la visión “macro” del gobierno presenta cierta ineficiencia e incapacidad para resolver los problemas, hay muchas experiencias a nivel “micro” que deben se rescatadas y replicadas, para lo cual, por ejemplo, el Premio de Buenas Practicas Gubernamentales, impulsado por Ciudadanos al Día (CAD), este año en su tercera edición, se constituye en una espléndida ocasión para reconocer que no todo es malo en el Estado, y que se puede mejorar la gestión pública “desde abajo”.
En suma, si bien no toda la gestión del “gobierno” es tan mala como parece, es cierto que todas las instancias de gobierno tienen la responsabilidad de replicar aquellas experiencias exitosas y desterrar aquellas que no funcionan. La reforma del Estado debe centrarse en el ciudadano, debe hacer que éste recupere la confianza en el Estado en su forma más integral (desde el ámbito municipal, regional y central, hasta los poderes Legislativo y Judicial), elemento indispensable en la senda de crecimiento futuro del país.
jueves, 19 de abril de 2007
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