Columna de Claudia Cooper en Gestión
No cabe duda que estamos dentro de un círculo virtuoso. El crecimiento en el Perú fue en el 2006 en tercero más alto de la región después de Argentina y Venezuela, lo que en realidad constituye un primer lugar dado lo artificial de la expansión en éstos dos países, donde se crece producto de los exponenciales impulsos monetarios y fiscales cuyo daño viene siendo cada vez más difícil de ocultar: alta inflación en un contexto de cada vez menos efectivos controles de precios. Sin embargo, a pesar de encontrarnos en la cumbre de un optimismo enmarcado en un ciclo económico global sin precedentes, hay que destacar la clara desaceleración de EEUU y aunque a ésta parece oponérsele una sobre la economía china de mayor claridad, riesgos como la real influencia de las variables financieras en los precios de los commodities, están aún presentes. En segundo lugar y mirando más cerca a nuestros vecinos con economías de mercado, como Chile y Colombia, observamos un crecimiento que viene presentando cuellos de botella reflejados en una creciente inflación y en políticas monetarias que inician ya su periodo contractivo. Así, mientras los Bancos Centrales de Chile y Colombia incrementaron sus tasas de interés en 3% y 2.25% respectivamente, en el Perú el incremento fue de 1.5% entre diciembre del 2005 y mayo del 2006 y se trató más que de un mecanismo para frenar la inflación ante el crecimiento de la demanda interna, de uno para anclar las expectativas devaluatorias que traía la incertidumbre electoral. Cabe pues preguntarse, ¿Qué particularidades tan favorables afectan al Perú que podemos seguir indefinidamente creciendo a esas tasas, superiores a la de nuestros pares o similares a las asiáticas, sin que exista ningún cuello de botella, sin inflación y con bajísimas tasas de interés?
La presencia de las aún tímidas reformas aplicadas en el Perú y que contrastan con los agresivos cambios en los países asiáticos y Chile en la década anterior, nos deberían hacer reflexionar sobre nuestras reales posibilidades de desarrollo. Así en los exitosos casos de crecimiento encontramos claras apuestas de política económica: (i) agresiva apertura comercial, (ii) clara apuesta en la flexibilidad laboral, especialmente en Asia y (iii) tajante apertura y profundización del mercado de capitales, sobre todo en Chile. En este marco, el sentido común diría que por lo menos deberíamos ahondar un poco en la explicación de este fenómeno expansivo y no asumir que por alguna razón de la Providencia seremos el próximo Chile o más optimistamente aún que nos estamos convirtiendo en China. Uno de los argumentos más utilizados a favor de la aceleración sostenida sin inflación es que la inversión y la productividad en el Perú vienen creciendo. Si bien esto es cierto, hay que destacar también que este fenómeno está también presente, y con mayor ímpetu, en nuestros países vecinos. Así, en el 2006, la inversión extranjera hacia Chile y Colombia bordaría los $ 7,000 y 6,000 millones respectivamente, mientras que el Perú ésta sólo habría alcanzado los $ 3,400 millones. En el periodo 2004 y 2005 la figura es similar, siendo la inversión extranjera en el Perú un 25% de la colombiana y la chilena. En cuanto a la inversión privada interna, el Perú muestra cifras de crecimiento promedio en el último ciclo expansivo (2002-06) de aproximadamente 10% promedio anual, tasa similar a la chilena pero muy inferior al 20% colombiano. Es claro el que hay bases para un merecido optimismo; sin embargo, para que éste sea sostenible no basta seguir la ola internacional y a la cada vez más aparente euforia en la confianza local, ya que la primera entró en una clara desaceleración y la segunda ha demostrado alta volatilidad. ¿Es pues razonable pronosticar que seremos el próximo Chile? Si comparamos las cifras macroeconómicas peruanas con las de nuestro vecino del sur a inicios de los 90s, la respuesta parece afirmativa. Sin embargo hay importantes diferencias: el grado de desarrollo educativo, político y jurídico era mucho mayor en el Chile de la década pasada de lo que es el Perú hoy día y lo mismo ocurre con la informalidad. Así, sería actuar con demasiada complacencia, creer que en la carrera hacia el primer lugar de “éxito” en América del Sur está sólo el Perú, ya que si bien nuestras logros macroeconómicos son claros, en lo referente al desarrollo institucional estamos rezagados, aspectos a los que la inversión claramente es sensible como lo demuestran las cifras presentadas. En este sentido, si bien las últimas medidas tributarias han apuntado claramente en la dirección correcta, la apuesta por la inversión ha sido tímida. La reforma tributaria Colombiana se la jugó por la atracción de capitales, dirección que no estuvo exenta de un fuerte costo político, que implicó importantes reveses en el Congreso y finalmente terminó en la salida del Ministro de Economía. Así, se bajó el impuesto a la renta para los capitales y se mejoró la exención a la inversión. Sus críticos adujeron inconsistencia e inequidad. Inconsistencia porque es necesario que disminuya la tasa del IVA y que no aumente y equidad, porque ésta carecería de una estructura más justa para las clases menos favorecidas. No es pues gratis la alta apuesta por Colombia y Chile hacia la inversión. Finalmente, cabe destacar que a la baja inflación en el Perú vienen aportando factores que inciden negativamente en la inversión, especialmente la ligada a la infraestructura y servicios públicos. Así, en el Perú parece haber cierto sesgo hacia el control de tarifas, reflejadas en la caída de 1.5% en el componente de la inflación ligado a tarifas de energía y telecomunicaciones. Otra prueba de que la demanda viene creciendo más que la oferta en el estratégico sector energético es que mientras las tarifas no reguladas han aumentado 7% en el último año, las reguladas han caído en 5%. En el sector transportes las políticas parecen también destinadas a generar nuevos cuellos de botella. La reducción de frecuencias internacionales a Lan Chile, empresa con claro éxito en al abastecimiento aerocomercial, probablemente incidirán en una presión al alza en las tarifas, lo que luego incentivará a nuestro Estado a “regularlas”, iniciándose así en círculo vicioso de regulación-desabastecimiento-regulación. En este estado de cosas, donde en el Perú seguimos creyendo que el éxito llega a bajo costo ¿no estamos haciendo cada día más difícil las inversiones necesarias para garantizar un adecuado abastecimiento de servicios públicos, especialmente si queremos continuar creciendo a más de 7%, y sin inflación? ¿Como vamos a alcanzar a Chile y Colombia con mayor impuesto a la renta, menores tarifas públicas y mayor deterioro en el ambiente de inversión?
martes, 3 de abril de 2007
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario