Columna de Eduardo Morón en El Comercio
Como padre me desespera cuando mis hijos no comparten entre ellos. Muchas veces interrumpo su negociación y decido por sobre lo que ellos puedan haber discutido hasta entonces. Otras veces sencillamente dejo que ellos se arreglen. Muchas veces el arreglo final puede resultar abusivo o injusto para alguno de ellos. Lo que sin duda ninguno tiene en mente en ninguna de esas disputas es que ambos tienen intereses comunes de muy largo plazo y no sólo de muy pero muy corto plazo (como convencerme de comer pizza esa noche en lugar de algo más sano). Como padres nos cuesta mucho poder transmitirles a nuestros hijos que en sus futuras discusiones tengan en cuenta esos intereses comunes de largo plazo. Es más difícil aún, hacerles ver que si entre ellos hay cooperación el resultado final puede ser mucho mejor para ambos. Sin embargo, ellos muchas veces terminan en el peor escenario por no colaborar.
Empiezo de esta manera porque el Perú vive un intento más de llegar a un acuerdo social sobre el futuro común de los peruanos. Lamentablemente el Presidente le encomendó como primera tarea algo que sin duda es absolutamente irrelevante para una enorme cantidad de trabajadores que están muy lejos de ganar algo parecido al salario mínimo. No obstante, la remuneración de muchos trabajadores informales (empleadas del hogar por ejemplo) están de alguna manera atadas al salario mínimo. Lo cierto -y aquí concuerdo plenamente con lo señalado por el ministro de Economía- es que la principal preocupación es que la mayoría de los trabajadores accedan a los beneficios de la formalidad. Desde un punto de vista más global la principal preocupación es cómo hacer que los beneficios del crecimiento sean percibidos por todos y que dicho crecimiento pueda darse de forma sostenible.
Todo el mundo suponía que esto ya había sido encargado al Acuerdo Nacional. Es más dicho grupo había firmado el Pacto de Mediano Plazo por la Inversión y el Empleo Digno hace más de dos años y la verdad es que no tengo idea si es que eso sirvió de algo.
Lo cierto es que luego de los primeros intentos, el Pacto Social no pinta nada bien. La CGTP no quiere saber nada del pacto, la ministra no quiere discutir el salario mínimo en este foro sino en el Consejo Nacional del Trabajo, y los empresarios están desconcertados de ver que el tema era una preocupación presidencial más que una decisión del gabinete ministerial. Por su parte el responsable del Pacto Social ha presentado una lista de temas que nos recuerda a los temas que el Consejo Nacional de Competitividad (CNC) discutió por más de un año en el gobierno anterior. Es más parece que los mismos actores van a volver a ser convocados. La verdad sería más útil que alguien, ya sea el premier o el ministro de Economía asuma lo que el CNC concluyó.
El pacto social se parece cada vez más a un parto social. Un proceso largo, doloroso, donde muchos deben hacer sacrificios personales pensando en el bien común que está por venir. Pero donde nadie está dispuesto a ceder nada que realmente importe para construir ese camino de compromisos mutuos que termina en ganancias mutuas. Mientras unos y otros se animen a cooperar, seguiremos profundizando las diferencias en nuestro país y seguiremos alimentando la posibilidad de soluciones extremas. Pero como dice el refrán popular, gallina que come huevo aunque le quemen el pico.
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